La fiebre amarilla de 1838 en Gáldar y Guía

 

Ilustración de Diego Higuera Molina

Es posible extender el paralelismo entre las medidas adoptadas por los poderes frente a la epidemia de 1838 con la actuación de los mismos ante a otro tipo de catástrofes acaecidas en la actualidad, en el sentido de que se prima la economía frente a la seguridad ciudadana, aunque poco se hable de que el anuncio de la dana de Valencia en 2024 coincidía con el puente de Todos los Santos, con la consiguiente y acostumbrada afluencia masiva de visitantes.

    Esta epidemia tuvo escasa incidencia en la comarca galdense, al contrario que la padecida entre 1810 y 1812, que causó estragos en el pueblo de Guía, o la del cólera morbo de 1851, que dejó 213 muertos en el de Gáldar, aparte de sus secuelas de hambre.


Enfermo de vómito prieto o negro (La geografía médica en México)

    A partir de los datos obtenidos se deduce la forma usual de actuación en todas ellas, y las de 1863-1864 y 1892, y su parecido con las seguidas entre 2019 y 2023 para combatir la COVID, que al comienzo nos parecieron tan extrañas y coercitivas. De esta similitud queremos hablar a partir de un relato circunstanciado de lo acaecido en ambas villas, que esencialmente fue lo mismo, la misma preocupación, la misma precaución, idénticas medidas e idéntico feliz desenlace. No obstante, también es notable el desencuentro entre los regidores de los dos ayuntamientos motivados en origen por sus pretensiones de primacía. Este relato se construye a partir de los datos constatados en las actas del ayuntamiento galdense y en el expediente instruido por el de Guía, todos entre octubre de 1838 y enero de 1839.

    Como decíamos, al comienzo de la pandemia debida a la irrupción del coronavirus asistimos con asombro a las medidas restrictivas que se iban tomando, primero en regiones lejanas y al final en nuestro propio país. Aún ahora hay quienes, negando su necesidad, siguen viendo en ellas una especie de intento de control de la sociedad o, cuando menos, una limitación de las libertades gratuita, es decir, sin justificación. Entre otras causas este desatino se debe al desconocimiento de lo acaecido en otras épocas en todas las partes del mundo, incluyendo nuestras islas. No es precisa la observación muy detenida de las medidas adoptadas para comprobar que son esencialmente las mismas que hoy, la incomunicación, y las consecuencias de su incumplimiento similares, el contagio. Esperamos que la divulgación de las mismas contribuya a la toma de conciencia.

    El paralelismo es evidente. El vinagre ha sido mejorado en hidroalcohol y la limpieza y desinfección de casas y calles se extiende a cuantos espacios públicos son comunes. Hoy decimos distancia social y entonces hablaban de evitar el roce, entre personas o con animales u objetos que hubieran estado en contacto con el mal. Los cordones sanitarios entre jurisdicciones se establecen ahora en puntos neurálgicos como entrada de autovías y rotondas. Ahora pueden intervenir la policía nacional, guardia civil y ejército y el Ayuntamiento de Gáldar estableció que se podría pedir “los auxilios militar o de marina”. También entonces había quienes se saltaban las medidas adoptadas, por eso había que extremar el zelo en la vigilancia de entradas a los pueblos y calles, viendo quiénes estaban en las casas, y si salían, averiguar su destino por si tenía justificación. También entonces se permitía la salida por motivos laborales y así continuar con los cuidados agrícolas. No es nuevo el establecimiento de los pasaportes o cartas de salud para poder desplazarse. No son nuevas las cuarentenas, confinamientos o degredos. Es importante señalar que se estableció la pena de muerte para quienes se saltasen los cordones.

    El enfrentamiento entre economía y salud tampoco es exclusivo de la actualidad. Hemos visto la preocupación por el desabastecimiento, la influencia sobre el comercio y por tanto sobre los precios, el intento del ayuntamiento de Las Palmas por ocultar la existencia de la enfermedad y así evitar la incomunicación y las pérdidas económicas que acarrearía.

    Tampoco supone novedad la descoordinación entre administraciones: la pugna entre ayuntamientos que hace pedir a ambos normas comunes o la mantenida entre Santa Cruz y Las Palmas. Ni es nuevo que lo errores se repitan: los lugares adecuados para establecer los cordones fueron objeto de disputa entre Gáldar y Guía en las diferentes crisis sanitarias del siglo. Al menos en esta de 1838 no tuvo consecuencias funestas y no hubo que arrojarse la responsabilidad de los muertos, ni dilucidar quiénes eran los verdaderos criminales, como ahora se está haciendo sin que a nadie ni siquiera se le ponga la cara encarnada.

    El estudio detallado de los incidentes de esta epidemia puede consultarse, en forma de libro digital (23 páginas), en el siguiente enlace.

https://www.calameo.com/read/005052875fa67e4ef8080



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