Ayose

 Ayose, 25 de enero

Le Canarien

Rey de la mitad sur de Fuerteventura, desde Betancuria a Jandía, cuando llegó Bethencourt. En los siglos XVII y XVIII Ayose designa la zona sur de la isla.

Bethencourt envía una expedición al mando de Gadifer de La Salle rumbo a Fuerteventura al poco de llegar y establecerse en Lanzarote (1402). Los normandos no encuentran a ningún majorero pues estos se habían “retraído al otro extremo del país, desde que vieron que la nave llegaba al puerto”.

A partir de entonces y hasta 1405 dos son las constantes de la conquista normanda: las continuas disensiones entre los europeos (la facción de Bethencourt y la de Gadifer) y los ataques, en busca de esclavos y del dominio de las islas, especialmente a Fuerteventura, la más cercana a su base lanzaroteña.

        “...encontraron a sus enemigos y los persiguieron y los ahuyentaron. Y Pedro el Canario les cogió una mujer y cogió a otras dos en una cueva, una de las cuales tenía un niño al pecho, al que estranguló, piensan que por miedo a que gritase”.

        Y por la noche regresaron a la barcaza y no pudieron tomar nada más que cuatro mujeres. Y duró la caza desde vísperas muy entradas hasta la noche”.

          “a la isla de Erbania e hicieron una gran correría y prendieron enemigos y los pasaron a la isla de Lanzarote...

Pero los majoreros también conocían las guerras intestinas entre los dos bandos de Maxorata y Jandía:

        “Y lo cierto es que hay en aquella isla de Erbania dos reyes, que pelearon largo tiempo entre ambos, en cuya guerra hubo por varias veces muchos muertos, tanto que están muy debilitados”.

Este debilitamiento es el que hace que “los de Erbania, para mejor sostener su guerra contra ellos, esta vez han reunido todos los hombres de más de 18 años”. Y también porque ahora comienza el sometimiento definitivo de la isla:

        “...y salió a campaña el buen señor, y tuvieron encuentros con sus enemigos y siempre consiguieron la victoria, particularmente en dos refriegas, y a los que pudieron coger vivos los pasaron a la isla de Lanzarote”.

Las envidias y rencores entre la facción de Hanibal - hijo de Gadifer- y la de Bethencourt van aumentando, en este caso a propósito de la posesión de los esclavos hechos recientemente, primero de los hombres y después de las mujeres, que al fin son llevados a Lanzarote.

Bethencourt procuraba contentar a todos sabiendo quienes eran sus aliados y a quienes solamente debía soportar por ser necesarios a la conquista. Los majoreros, a pesar de que en algunos enfrentamientos con los europeos “los habían batido bien, tanto que nos habían obligado a regresar a casa con las cabezas ensangrentadas y las cabezas y los brazos rotos a pedradas”, al final, reconocen la superioridad militar de los extranjeros y deciden rendirse.

El 18 de enero de 1405 acude Guise y “el 25 de enero siguiente vino el rey que reinaba por el lado que mira a Gran Canaria a la presencia del dicho señor, con 46 de sus hombres, y no fueron bautizados aquel día, sino que lo fueron al tercer día siguiente, y fue llamado el dicho rey Alfonso. Y de allí en adelante venían todos a bautizarse, un día unos y otro día otros, según se hallaban alojados y esparcidos por en medio del país, tanto que al día de hoy, gracias a Dios, todos son cristianos, y llevan a sus niños, desde que nacen, a la corte de Valtarajal, y allí son bautizados...”.

A partir de aquí Ayose y su pueblo ya solo fueron servidores del normando.

Bethencourt realiza una nueva expedición a Gran Canaria, La Palma y El Hierro. Después regresará definitivamente a Europa, pero antes hace concesiones de tierra. Pocos son los naturales que obtienen algo, entre ellos los antiguos reyes:

        “Los dos reyes de Fuerteventura que se había hecho bautizar vinieron a la presencia del dicho señor de Béthencourt, y el dicho señor les repartió igualmente solar y sitio, más o menos de la forma que lo pedían, y dio a cada uno cuatrocientos acres de bosques y tierras, y quedaron muy satisfechos del dicho señor”.

        “Cuatrocientas fanegas de tierra y monte en su país, con lo que se olvidaron de tantas leguas de terreno que se les habían quitado”, como dice Viera.

Claro que, por otra parte, los europeos “fueron alojados, cada uno según parecía razonable y conveniente; era razonable que estuviesen mejor que los canarios del país”.

          Igualito que en la actualidad.

(Tomado de Onomástica aborigen de Canarias, de Domingo Oliva Tacoronte)

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